Sobre las maneras de seducir al consumidor:
"Con anterioridad, en los Champs-Élysées había intuido y más tarde comprendí mejor que, cuando estamos enamorados de una mujer no hacemos otra cosa que proyectar en ella un estado de nuestra alma; que, por lo tanto, lo importante no es la valía de la mujer sino la profundidad de ese estado; y que las emociones que nos procura una muchacha mediocre tal vez pueden permitirnos aflorar a nuestra conciencia partes más íntimas de nosotros mismos, más personales, más lejanas, más esenciales de lo que haría el placer que nos proporciona la conversación de un hombre superior o incluso la contemplación admirativa de sus obras."
(M. Proust, de "A la sombra de las muchachas en flor")
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